Gustavo Adolfo Bécquer: «El pordiosero. Tipo toledano» (artículo periodístico y de costumbres); análisis y propuesta didáctica

G. A. BÉCQUER: «TIPOS TOLEDANOS. EL PORDIOSERO»

Dibjujo de Valeriano Bécquer. Grabado de Rico

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:El_pordiosero,_tipo_toledano,_de_Valeriano_Dom%C3%ADnguez_B%C3%A9cquer.jpg

Texto original completo

El estudio de las costumbres populares de un país ofrece siempre grande interés a las personas ilustradas. Ya se las mire bajo el punto de vista del arte, buscando en ellas lo mucho que tienen de pintoresco, ya se las considere como datos preciosos para construir el pasado, del cual guardan huellas tan visibles, nunca se encarecerá bastante la atención con que artistas, eruditos e historiadores deben detenerse a analizar las curiosas analogías que se hallan entre los tipos, los usos los trajes y hasta las ideas de esas masas, que siguen de lejos y lentamente el movimiento de la civilización, con las de épocas apartadas cuyos detalles y rasgos característicos se suelen buscar inútilmente en crónicas y tradiciones.

Pero si siempre es de gran interés este género de estudio, nunca lo será tanto como en los momentos actuales, en que, espectadores de una radical transformación, sólo así podremos recoger la última palabra de un modo de ser social que desaparece, del que sólo quedan hoy rastros en los más apartados rincones de nuestras provincias, y del que apenas restará mañana un recuerdo confuso. 

La irresistible corriente de las nuevas ideas nos empuja hacia la unidad en todo; los caprichosos ángulos de las antiguas ciudades vienen al suelo sacrificados a la línea recta, aspiración constante de las modernas poblaciones; los característicos trajes de ciertas provincias comienzan a parecer un disfraz fuera del oscuro rincón de la aldea; los usos tradicionales, las fiestas propias de cada localidad se nos antojan ridículas. Treinta años faltan al siglo xix para concluir su carrera; por nuestra parte, creemos que en esos treinta años desaparecerá por completo lo poco que de este género existe y puede aún consignarse para transmitir su recuerdo a los que vendrán tras nosotros y tal vez culparán nuestra incuria.

No nos falta la fe en el porvenir; cuando juzgamos bajo el punto de vista del filósofo o del hombre político las profundas alteraciones que todo lo trastornan y cambian a nuestro alrededor, esperamos que en un término más o menos distante algo se levantará sobre tantas ruinas; pero séanos permitido guardar la memoria de un mundo que desaparece y que tan alto habla al espíritu del artista y del poeta; séanos permitido sacar de entre los escombros algunos de sus más preciosos fragmentos, para conservarlos como un dato para la historia, como una curiosidad o una reliquia.

Reuniendo en las columnas de La Ilustración de Madrid cuanto nos sea posible allegar referente a monumentos, tipos, trajes y costumbres de nuestras provincias, creemos hacer algo de lo mucho que en este camino podría aún hacerse por nuestros artistas y escritores contemporáneos. 

El tipo que ofrecemos hoy, y que nos ha inspirado estas líneas, viene a corroborar la opinión que dejamos consignada. Merced a los esfuerzos de la beneficencia oficial y a los reglamentos de policía urbana, las poblaciones importantes de nuestro país se han visto libres de la nube de pordioseros que en tiempos no muy remotos llenaban sus calles.

El mendigo, cuya cabeza típica y pintorescos harapos inspiró a más de un artista fantásticas siluetas, se ha transformado, al contacto de la civilización, en el vulgar acogido de San Bernardino, con su uniforme de bayeta obscura y su sombrero de hule. AI imponerles, la chapa y la guitarra a los que aún permanecen, merced a no sabemos qué privilegio, a las puertas de las iglesias, los han despojado de la originalidad y multitud de atavíos, lesiones, actitudes y arengas en que desplegaban su inagotable fantasía. La mendicidad, que se arrastra siempre en derredor del fausto, ha sido en ciertas edades el rasgo característico de la sociedad española. Desde el lisiado que pedía limosna a Gil Blas con el trabuco, hasta el sopista que seguía una carrera y llegaba a veces a los más altos honores mendigando las sobras de los conventos, nuestro país ha ofrecido tipos de pordioseros tan numerosos y extravagantes, que ni CaIlot ni Goya los hubieran soñado. 

Aplaudimos a la Administración, que hace esfuerzos por remediar este daño, poniéndonos en lo posible al nivel de los países de mayor cultura; pero, no obstante, nos gusta recoger las impresiones que guarda el artista de estos tipos tradicionales,, y que hoy sólo en algunas provincias pueden estudiarse con toda su pintoresca originalidad. Tiene el arte no sabemos qué secreto encanto que todo lo que toca lo embellece. Entre cien modelos repugnantes y groseros, sabe, tomando un detalle de cada uno, formar un tipo que, sin ser falso, resulta hermoso. Mirado a través de este prisma, no hay asunto que no interese, ni figura que deje de ser simpática.

En algunas de nuestras antiguas ciudades castellanas, cuando la nieve cubre el piso de las revueltas calles y sopla el cierzo haciendo rechinar las mohosas veletas de las oscuras torres, ¿quién no ha visto inmóvil, junto al timbrado arco de una vetusta casa solariega, la figura de un pordiosero que tiende al fin la descarnada mano para llamar a la puerta, cuyos tableros desunidos, grandes clavos y colosales aldabas traen a la memoria las misteriosas puertas de esos palacios deshabitados llenos de encantos medrosos de que nos hablan en los cuentos?

La multitud pasa indiferente al lado de aquella escena; el artista se detiene, herido ante el contraste de tanta miseria junto a tanto esplendor; repara en la armonía de las líneas y en los efectos del color, se siente impresionado como ante un cuadro que pertenece a otra época diferente y ve una revelación de otro siglo y de otra manera de ser social en aquella tradición viva que entra a hablar a su alma por el conducto de los ojos.

La Ilustración de Madrid, 12 de enero de 1870

I. ANÁLISIS

1) Resumen

En este artículo, Bécquer aborda la mendicidad y la necesidad de preservar las cosas auténticas del país antes de que desaparezcan. A propósito de un bellísimo dibujo de su hermano Valeriano, Gustavo realiza una reflexión de fondo. Es necesario preservar el pasado, en sus aspectos positivos y negativos, a través de la mirada del artista antes de que la realidad cambie y desaparezca. El mundo cambia rápido y Bécquer sospecha que para cuando finalice el S. XIX, la realidad social y física de España será muy distinta a la que contemplan en esos momentos. Para preservar lo más valioso y auténtico del pasado es necesario que el artista contemple la realidad y deje testimonio de ella de un modo veraz y bello. La mendicidad ha ido decreciendo gracias a la implicación de la Administración, lo cual es bueno; igual de importante es captar la esencia de esa mendicidad de tipos genuinamente singulares, aunque harapientos, y lugares pintorescos. 

2) Tema

El tema principal se puede enunciar así: es necesario preservar artísticamente lo auténtico de España en cuanto a personas y paisajes antes de que el progreso acabe con ello.. Aparecen algunos subtemas interesantes: la mirada del artista es la idónea para captar la realidad profunda; la belleza artística logra captar lo genuino de las personas y los ambientes.

3) Apartados temáticos

Este relato está organizado en tres secciones. Los apartados responden a una cuidadosa distribución de la materia según un criterio temático. Los apartados del contenido son:

– El primer apartado (primer párrafo del texto)  presenta el tema y anuncia su tesis. Las costumbres populares son dignas de estudio y atención tanto desde un punto de vista artístico, como científico.

-El segundo apartado (desde el segundo párrafo hasta el penúltimo, ambos inclusive) desarrolla los argumentos de su tesis. Los tiempos cambian rápidamente; los paisajes urbanos están en pleno proceso de transformación radical. Los personajes pintorescos de España también desaparecen, como la del pordiosero, loable en sí mismo, pero alguien debe tomar nota artística de ello para las próximas generaciones.

-El tercer apartado (último párrafo del texto) posee un carácter conclusivo y consecutivo. Señala Bécquer que la tradición viva ha de ser captada por el artista en su profundidad y autenticidad.

4) Análisis estilístico

Bécquer exhibe un dominio muy amplio y feliz de la lengua castellana. El léxico está sometido a una depuración constante, bajo el criterio de la propiedad, la claridad y la expresividad. En sintaxis se aprecia un dominio del periodo corto, reconcentrando el sentido. A veces, incluso forman un párrafo propio. 

Los recursos estilísticos se emplean con acierto y propiedad. Personificaciones, metáforas, símiles, bimembraciones, paralelismos y otras repeticiones embellecen el texto notablemente. La adjetivación es rica y muy expresiva. Aporta matices sinestésicos y sensoriales muy evocadores (el penúltimo párrafo, dedicado a la descripción del pordiosero llamando a un portón de «una vetusta casa solariega» es de una expresividad viva, convincente y de un gran poder plástico).

El artículo posee un ritmo suave y creciente. Su estructura paralela es firme y clarificadora respecto de la tesis que desea mantener: debemos apresurarnos a recoger lo auténtico y original de nuestro presente, antes de que desaparezca, producto de los cambios que trae el porvenir. Muestra una gran originalidad en el contraste entre «la multitud que pasa indiferente», frente al «artista que se detiene» para captar en profundidad la escena. La «tradición viva entra a hablar en su alma por el conducto de los ojos». El final, es, simplemente, sublime, porque nos sintetiza la importancia de la mirada artística para recoger y presentar en su obra la completitud de una humilde escena, perro llena de sentido.

5) Contextualización de la época y del autor

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 – Madrid, 1870) es un autor tardo-romántico. En realidad, encarna en su vida y su obra el paradigma del artista romántico, incluyendo una vida bastante atormentada y la muerte temprana.

Bécquer es, sin duda, el gran poeta romántico español, además de un prosista de elevados valores estéticos. Lo más paradójico y llamativo es que inicia su producción poética cuando se apagaban los últimos rescoldos románticos. Se le ha llamado poeta «tardorromántico» (junto con la insigne Rosalía de Castro), y con mucha propiedad. En un momento en que el realismo, con su observación minuciosa de la realidad, sobre todo la sórdida, y el triunfo de los valores burgueses, Bécquer presenta una poesía subjetiva, lírica y vibrante. Acaso por eso pasó sin pena ni gloria entre sus contemporáneos. Se ha destacado como influencias destacadas en Bécquer la de la poesía popular tradicional andaluza y la romántica alemana (especialmente, la del poeta H. Heine). Ambos componentes son importantes y contribuyeron a la concentración expresiva, la relativa sencillez compositiva y el sesgo intimista y dramático de sus composiciones. Resumimos brevemente los rasgos de la poesía romántica, bien verificables en este poema (se pueden encontrar más explicitados, en este mismo blog, en otros análisis de otros poemas de Bécquer):

-Subjetividad: el yo prima por encima de toda otra consideración. La contemplación del mundo y sus circunstancias gira en torno a la persona del poeta, que se interesa sobre todo por expresar su individualidad, en general, en choque con el mundo. Se aprecia muy bien en el empleo de los verbos en primera persona.

-Intimismo: frente a la exterioridad y el grupo, al poeta le interesa su interioridad y el modo de encajar su persona en una sociedad, en general, hostil.

-Sentimentalidad: el mundo de las emociones es más interesante que el de las observaciones o de las acciones. El poeta se centra principalmente en escuchar, ordenar y transmitir poéticamente sus sentimientos.

-Empleo cómplice de la naturaleza: distintos elementos naturales sirven para expresar un estado de ánimo, sea el que fuere. Aquí, hemos visto cómo un ave, la golondrina, y una planta, la madreselva, sirven para expresar la amargura del abandono amoroso.

-Cierta rebeldía y exaltación de la libertad: en este poema apenas se manifiesta en cuanto al fondo. En la forma, podemos apreciar cómo Bécquer combina versos y rimas de distinto ámbito, rompiendo con los moldes clásicos, para crear poemas brillantes y vibrantes.

 En cuanto a su producción narrativa, en la que se incluye esta leyenda, captamos muy bien los rasgos básicos del Romanticismo:

a) Preferencia por motivos y asuntos medievales: personajes, acciones y modos de vivir y sentir son los propios de una Edad Media idealizada y, por momentos, agrandada en la imaginación de los románticos.

b) Focalización en los sentimientos y emociones de los personajes, frente a las acciones o pensamiento político, social, etc.

c) Los personajes, sobre todo los protagonistas, actúan como héroes, guiados por el honor, la valentía y la honra.

d) La naturaleza posee un valor en sí misma porque acompaña al estado de ánimo y a las acciones de los héroes y heroínas. Se puede apreciar muy bien en este cuento: noche, ruidos, monte tenebroso, etc. acompañan muy bien a sentimientos de miedo, temor, amor frustrado, etc.

e) Los finales trágicos se imponen sobre los felices: la grandeza del protagonista, incomprendido, se estrella contra la chata realidad y eso acarrea su muerte.

f) El misterio, lo desconocido, la difusa línea entre razón y locura, entre lo racional y lo irracional, son elementos constitutivos del relato romántico.

Este relato, a medio camino entre el artículo de costumbres y el ensayo periodístico, es un ejemplo maravilloso de cómo Bécquer asume los presupuestos artísticos del Romanticismo y los vuelca con elegancia y acierto en este cuento de tradición popular.

Bécquer publicó en vida, en periódicos y revistas, sus Leyendas y Rimas. Tras su muerte, sus amigos recogieron su obra en Obras (Madrid, 1871), luego ampliada con otros poemas y narraciones en sucesivas ediciones. Tampoco debemos olvidar su bellísima y fecunda producción teatral.

6) Interpretación

Este artículo becqueriano, «El pordiosero. Tipo toledano», es claro y perspicaz. Bécquer capta el rápido ritmo de transformación social y física de la sociedad española de 1870. Comprende que muchas cosas valiosas, sobre todo las que afectan al modo de vivir tradicional, de ricos y pobres, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, está en plena transformación. Alaba la ayuda a los mendicantes, como hacen las autoridades, pero a la vez lamenta la pérdida de tipos humanos y modos de vivir. Nada quedará de todo ello. Piensa que se debe recoger lo que está a punto de desaparecer para que las futuras generaciones tengan claros testimonios de lo que fue la sociedad española anterior a la fecha antes consignada.

La actitud de Bécquer es lógica y fácilmente compartible. Para comprender una «revelación de otro siglo» necesitamos la ayuda del artista, que sabe plasmar con su pluma, o su pincel, la realidad íntima y auténtica de las personas y su entorno. El dibujo con palabras que nos hace Bécquer del que ha realizado su hermano Valeriano con el lápiz es magistral y bellísimo. La adjetivación representa vivamente la realidad lacerante que dibuja. Los «encantos medrosos» nos asaltan en la lectura y nos impresionan vivamente. 

Se trata de un artículo perspicaz, a medio camino entre el análisis y la evocación literaria, lleno de belleza y poder plástico. La conclusión, muy bellamente expuesta en el párrafo final, no solo anima al artista a contemplar la realidad, sino a nosotros, espectadores o degustadores de las obras de los artistas, a comprender en profundidad la obra artística..

7) Valoración

Hemos leído un ensayo, «El pordiosero. Tipo toledano», lleno de valores artísticos y de pensamiento, los cuales nos permiten entender el Romanticismo en su esplendor. El contenido es reflexivo e interpretativo a partes iguales. Se trata de un asunto importante porque nos afecta a todos, en mayor o menor medida. Los tiempos cambian deprisa y conviene observar bien y recoger mejor las cosas que desaparecen: personajes y actitudes que pronto serán solo un recuerdo para algunos, y nada para la gran masa, la «multitud», según la nombra Bécquer. 

El dibujo de Valeriano Bécquer, pasado a grabado por Rico, es muy bello; evoca en nosotros una realidad completa. La enorme cantidad de inferencias que podemos establecer conforman un modo de vivir que pronto sería ya pasado. En efecto, así pasó. La transcripción de la escena plástica a la literaria, que elabora Bécquer en el penúltimo párrafo, es tan bella como el propio dibujo. Con ambas ante nuestros ojos, no podemos sino darle toda la razón a Bécquer cuando enuncia y sostiene que el artista capta la realidad en profundidad y la ofrece a la contemplación del lector o espectador para que este reelabore y comprenda un modo de vivir pronto desaparecido.Es, justamente, lo que nos ocurre al contemplar el dibujo de Valeriano y leer el artículo de Gustavo Adolfo.

Casi 150 años después de su escritura, este artículo de opinión goza de una frescura y actualidad evidentes. Hoy, como en 1870, el artículo nos muestra un hombre comprometido con su tiempo y preocupado por resolver el olvido de los viejos modos de vivir.

II. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades educativas se pueden realizar en el aula, o en casa; de modo individual, o grupal; orales o escritas; con o sin apoyo de las TIC, a criterio del profesor).

  1. Comprensión lectora

1) Resume el texto.

2) Señala su tema principal y los secundarios.

3) Delimita los apartados temáticos.

4) ¿Está Bécquer en contra del cambio social?.

5) Explica la estructura del texto: ¿analítica, sintética o paralela o circular?

6) ¿Le falta la fe en el porvenir a Bécquer?

7) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos.

  1. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Qué rasgos románticos se aprecian en el texto?

2) ¿Cómo se relaciona el pordiosero con el arte?

3) Explica el sentido de la cita de Goya y de Callot.

4) ¿Cómo se aprecia en el texto la preocupación por la preservación del pasado auténtico?

5) ¿Coincide el dibujo de Valeriano Bécquer con la escena que describe Gustavo Adolfo en el penúltimo párrafo del texto?

6)  Una vez leído el artículo, ¿podemos afirmar que Bécquer tenía un pensamiento histórico optimista y realista? 

  1. Fomento de la creatividad

1) Escribe un artículo realista de contenido reflexivo, como el de Bécquer que has leído, sobre un aspecto o un tipo de persona que está desapareciendo por el cambio de las costumbres.

2) Cambia el final del artículo de Bécquer en el sentido que consideres más idóneo.

3) Transforma parte del texto en un relato literario, prescindiendo de la parte argumentativa.

4) Aporta imágenes de nuestra sociedad contemporánea que pudieran ser buenos escenarios, o ejemplos, sobre la ridiculez en el sentido becqueriano.

5) Realiza una presentación, con cartel o con medios TIC, ante la clase o la comunidad educativa sobre Bécquer y el Romanticismo.

ADVERTENCIA: el dibujo «El pordiosero. Tipo toledano» (de Valeriano Bécquer; grabado de Rico), se puede consultar en la fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:El_pordiosero,_tipo_toledano,_de_Valeriano_Dom%C3%ADnguez_B%C3%A9cquer.jpg).

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