Sófocles: «Electra» (tragedia); análisis y propuesta didáctica

SÓFOCLES – ELECTRA
  1. ANÁLISIS
  1. Resumen
Electra es una de las tragedias de más calidad y perfección del dramaturgo griego clásico Sófocles (Atenas, 497 a. C.- 406 a. C.). La obra se ambienta en el ciclo troyano (es decir, la guerra de Troya, su destrucción y la vuelta a casa de los aqueos, vencedores; estos hechos los narró por primera vez Homero en el siglo VIII a. C.; acaso tuvieron lugar varias centurias previas). La pieza dramática es una continuación de ciertos hechos y personajes. Se estima que la pieza fue estrenada en Atenas entre el 420 y el 410 a. C; Sófocles la compuso en los años finales de su vida; siendo anciano, el dramaturgo mantuvo un pulso creativo asombroso y fructífero. Dos mil quinientos años después, seguimos disfrutando de la hondura y calidad de sus obras, llenas de vida, verdad y belleza.
El contexto en el que se desenvuelve la obra es el siguiente: tras el final de la guerra de Troya, los protagonistas regresan a sus hogares. Agamenón, rey de Micenas y comandante de las tropas griegas, regresa a su trono y hogar. Su esposa, Clitemnestra, con la ayuda de su amante, Egisto, lo asesina traidoramente. Se hace con el trono y vive con su nuevo compañero. Era un modo de vengar que Agamenón, sobre diez años antes, hubiera sacrificado a la hija de ambos, Ifigenia, a los dioses para tener vientos propicios y poder llegar a Troya. Con la madre viven sus dos hijas, Electra, despreciada por su madre, y vive “como una vil esclava”, según ella afirma, y Crisótemis, chica tranquila y resignada a su vida sin horizonte, pues “es preciso que obedezca a quien tiene la omnipotencia”. Orestes, el otro hijo, había sido salvado de la ira de la madre gracias a que Electra lo había alejado de aquella.
La obra comienza con la llegada de Orestes a Micenas decidido a vengar la muerte de su padre; desea ejecutar una sentencia del oráculo de Delfos sobre este asunto, emitido por Lojias. Lo acompañan un antiguo y fiel maestro, Pedagogo, y Pílades, su fiel servidor. Los tres preparan una farsa para engañar a su madre y poder vengarse. Crisótemis y Electra mantienen un duro y desgarrado diálogo en el que esta le propone vengar la muerte de su padre, pero aquella lo rechaza por insensato. 
Al mismo tiempo, Clitemnestra ha tenido pesadillas, “un terror nocturno”, con la muerte de Agamenón. Este había vuelto a la vida, le había arrebatado la corona a Egisto, la había enterrado y allí había surgido un árbol tan grande que daba sombra a toda Micenas. Es una mujer fría, resolutiva y autoritaria, aunque ahora el miedo le hace mella. Envía inmediatamente a su hija a Crisótemis a realizar ceremonias fúnebres para asegurar la tranquilidad de vivos y muertos. Electra le da sus cabellos y su cinturón para que los deposite en la tumba, como ofrenda. El Corifeo anuncia que es una buena señal y pronto “la Justicia anunciada vendrá”.
Ahí percibimos las tensas relaciones entre madre e hija y el profundo resentimiento, casi odio, que Electra siente por su madre. Clitemnestra le afea que “no me respetas”, lo cual es verdad; la tilda de “insolente bestia”. Su hija le anuncia que si pudiera, haría que Orestes la matara por venganza. También se siente sola y desamparada, física y emocionalmente, en un entorno hostil y violento, “anegada en lágrimas y sufriendo las penas sin fin de mis males”. Los coros la consuelan y comprenden su tristeza. Clitemnestra odia a su hija y le desea lo peor. El Pedagogo se presenta en el palacio real y anuncia a Clitemnestra que su hijo Orestes ha muerto compitiendo en una carrera de carros. La madre reacciona con gran alegría, a duras penas contenida. Le anuncia a su hija que, “En lo sucesivo, ni Orestes ni tú destruiréis esta felicidad”, en tanto que Electra, “desdichada” y “consumida por el dolor”, se siente totalmente desamparada con esta noticia. 
Crisótemis le  anuncia a su hermana que ha encontrado muchas ofrendas y cabello en la tumba de Agamenón, lo que le recuerda a Orestes. Electra no lo cree porque el Pedagogo había anunciado ante ella misma y su madre la muerte de Orestes. Le propone a su hermana vengarse inmediatamente de su madre y de su padrastro, aunque le cueste la vida. Le dice a su hermana “libérate a ti misma pensando cuán vergonzoso es a los que son bien nacidos vivir en el oprobio”. Su hermana, prudente y cobarde, rehúsa participar, al tiempo que le recuerda que “tú eres una mujer, no un hombre, y tienes muchas menos fuerzas que tus enemigos”. Orestes se presenta en el palacio disfrazado, acompañado de Pílades. Porta una urna con los supuestos restos de Orestes, es decir, de él mismo, que ha de entregar a Egisto. Electra, al escuchar esto, pide retener en sus manos la urna un momento y, desgarrada de dolor, realiza una elegía dirigida a su hermano, también a su padre y a sí misma, pues ya solo desea “compartir tu tumba”.
Electra y Orestes mantienen un vivo diálogo en el que este se cerciora de los sentimientos de su hermana y, al fin, le desvela que es su hermano, lo que a ella llena de “alegría”; y que procederá con la venganza inmediatamente, pero ha de disimular su excitación. Aunque no se ve en escena, liquidan a Clitemnestra. El coro anuncia: “Las imprecaciones se han cumplido: viven aquellos a quienes la tierra recubre. Los que han sido muertos vierten al fin a su vez la sangre de sus matadores. Pero heles aquí, todos cubiertos de sangre de la víctima sacrificada a Ares, y no tengo nada que decir”. Llega a palacio a Egisto, pero su contento se torna en amargura al reconocer a Orestes. Lo conducen a la misma sala donde él había matado a Agamenón para recibir su castigo final. Quiere hablar, pero Electra apura a su hermano: “¡Mátalo!”. Orestes le anuncia: “Ciertamente, no morirás como pretendes, sino como me conviene, para que tu muerte no carezca ni siquiera de esta amargura. Este castigo debería ser el de todos aquellos que quieren ser más poderosos que las leyes, es decir, la muerte. De este modo, los malvados serían menos numerosos”. 
El coro cierra la obra con palabras aleccionadoras: “¡Oh raza de Atreo, qué innumerables calamidades has sufrido antes de liberarte por este último esfuerzo!”.
  1. Personajes
Sófocles crea un elenco de personajes muy sólidos, perfectamente delimitados, coherentes y consecuentes con su modo de sentir y pensar. A continuación analizamos los más destacados:
-Electra: muchacha de familia real (hija de Agamenón y Clitemnestra, reyes de Micenas, rico reino del centro-este de la Península del Peloponeso) aparece llena de sentimientos de venganza. Resolutiva y firme en sus ideas, está dispuesta a vengarse por su mano si no cuenta con más ayuda. Recrimina a su hermana su apocamiento, amenaza a su madre con liquidarla a la primera oportunidad y urge a su hermano a la venganza. Cuando esta llega, se siente feliz. No es ni buena ni mala, solo se mueve por la necesidad de restaurar su orden moral, destruido por la conducta despreciable de su madre. Es consciente de su clase social y varias ocasiones así lo manifiesta, siendo sensible, por ejemplo, a un código de conducta propio de la nobleza o realeza.
-Clitemnestra: dolorida porque su marido Agamenón había sacrificado a los dioses a su hija Ifigenia para tener vientos favorables que los llevara a Troya, se venga de este a través de la mano de su amante y nuevo rey, Egisto. Tenía sus motivos, pero su nueva situación es insuperable para sus hijos. Ahora reina en paz y felicidad, sin remordimientos, pensando que su vida tiene un sentido pleno. Los viejos temores de venganza de su hija Electra y la falta de noticias sobre Orestes la preocupan, de ahí que actúe muy tajante y despóticamente sobre este asunto.
-Orestes: hermano de Electra, es la mano ejecutora de la venganza. También piensa por su cuenta, de ahí que ofrezca unas honras fúnebres ante la tumba de su padre y luego trace un artero plan para entrar en el palacio de Micenas y eliminar a quienes habían matado a su padre.
-Crisótemis: hermana de Electra y Orestes, aparece como una mujer juiciosa, serena y un tanto apocada. Teme las reacciones de su madre y la obedece con sumisión casi excesiva. No le gusta su vida ni el estado de cosas, pero los acepta como mal menor porque no tiene medios para cambiarlo.
-Egisto: estamos ante el nuevo rey de Micenas. Apenas interviene, pero ha tenido mucho peso en el desarrollo de la acción. Él había matado a Agamenón y es el nuevo marido de la reina, así que ha recibido beneficios materiales y sociales muy importantes. En tanto que el resto de los personajes se mueven por sentimientos, sobre todo el de venganza, este tiene su interés en los beneficios prácticos de su alianza con Clitemnestra.
-Pedagogo y Pílades: fieles servidores de Orestes, lo protegen y le ayudan a perpetrar su venganza. El primero había sido maestro de los hijos de Agamenón; el segundo es un militar y hombre de acción leal a su señor.
  1. Lugar y tiempo de la acción dramática
La acción discurre en el palacio real de Micenas, capital del reino heleno de su mismo nombre. A veces cambian de espacio físico: entrada y recibidor del mismo, dependencias privadas y, al final, aquella en la que Egisto mató a Agamenón y él mismo muere ahora.
La acción ocupa un día nada más. Los acontecimientos pasan muy rápido y, por las intervenciones de los personajes, sabemos que habían ocurrido graves sucesos de sangre en el pasado que, ahora, se precipitan en una tensión insoportable que exige una solución drástica. Se alude a hechos de diez o más años atrás, como cuando Agamenón sacrificó a Ifigenia, pero ahora todo se adensa y adquiere un sentido dramático del que nadie puede escapar. El tiempo de la escritura, como ya se dijo al principio, oscila entre el 420 y 410 a. C.
  1. Análisis estilístico
Esta pieza posee una calidad literaria asombrosa, sobre todo si pensamos en la época en la que se escribió. Exponemos brevemente sus hallazgos estilísticos más importantes:
-Lenguaje preciso y exacto: todos los personajes hablan con enorme propiedad lingüística y conceptual. Expresan exactamente lo que desean con exactitud conceptual y léxica. Piensan con una lógica coherente y entendible para el espectador/lector. Aclaran con toda nitidez sus pensamientos, emociones, filias y fobias.
-Empleo feliz de figuras retóricas: comparaciones, metáforas, personificaciones, repeticiones,antítesis, etc. son recursos comunes que embellecen el discurso de un modo permanente y comedido al mismo tiempo. No hay lugar a florituras, sino a una expresión exacta y bella de todo tipo de ideas en boca de cualquier personaje.
-Armonía expresiva acompasada al estado de ánimo: en momentos de excitación y agitación emocional, los personajes se manifiestan con gran viveza (exclamaciones, imprecaciones, interrogaciones retóricas, apóstrofes, etc.). En los intervalos de reflexión y cierto apaciguamiento, los caracteres se expresan con más serenidad verbal. Aquí las oraciones son algo más extensas y exornadas.
-Diálogos vivos y sustanciosos: los personajes no hablan al buen tuntún ni se entregan a la verborrea Antes bien, interlocucionan con gran tensión dialéctica y de intriga, pues vamos descubriendo cosas del pasado que condicionan el presente y el futuro. Como todos tratan de convencer a su interlocutor de la bondad de sus argumentos, la fuerza dialéctica de sus intervenciones es muy alta.
Veamos un ejemplo aclaratorio en el primer encuentro entre Electra y su hermana Crisótemis:
CORIFEO: No hables más, porque veo salir de la morada a tu hermana, nacida del mismo padre y de la misma madre, Crisótemis, que lleva ofrendas, tales como se acostumbra hacer a los muertos. CRISÓTEMIS: ¡Oh, hermana! ¿Por qué vienes de nuevo a lanzar clamores ante este vestíbulo? ¿No puedes aprender, después de tanto tiempo, a no entregarte a una vana cólera? Ciertamente, yo misma, sé también que el estado de las cosas es cruel, y, si tuviera fuerzas para tanto, mostraría lo que siento por ellos en el corazón; pero, rodeada de males, me es preciso para navegar plegar mis velas, y creo que me está vedado proceder contra los que no puedo alcanzar. Quisiera que tú hicieses lo mismo. Sin embargo, no es justo que obres como te aconsejo y no como juzgues acertado; pero yo, para vivir libre, es preciso que obedezca a quienes tienen la omnipotencia. 
ELECTRA: ¡Es indigno de ti, nacida de tal padre, olvidar de quién eres hija para no inquietarte más que de tu madre! Porque las palabras que me has dicho, y con las cuales me censuras, te han sido sugeridas por ella. No las dices por tu propio impulso. Por eso, elige: o eres una insensata o, si has hablado con uso de razón, abandonas a tus amigos. Decías que, si tuvieras fuerzas para tanto, mostrarías el odio que sientes por ellos, ¡y te niegas a ayudarme cuando quiero vengar a mi padre, y me exhortas a no hacer nada! ¿No agrega todo esto la cobardía a todos nuestros otros males? Enséñame o indícame qué provecho obtendría con dar fin a mis gemidos. ¿Es que no vivo? Mal, en verdad, ya lo sé, pero eso me basta. Ahora bien; soy importuna para éstos, y rindo así honor a mi padre muerto, si alguna cosa agrada a los muertos. Pero tú, que dices odiar, no odias más que con palabras, y haces en realidad causa común con los matadores de tu padre. Si las ventajas que te son otorgadas, y de que gozas, me fuesen ofrecidas, no me sometería. A ti la rica mesa y el alimento abundante; para mí es bastante alimento no ocultar mi dolor. No deseo en modo alguno compartir tus honores. No los desearías tú misma, si fueses discreta. Ahora, cuando podías llamarte hija del más ilustre de los padres, te llamas hija de tu madre. Así es que serás reputada inicua por el mayor número, tú que haces traición a tus amigos ya tu padre muerto. 
CORIFEO: ¡No demasiada cólera, por los Dioses! Vuestras palabras, para ambas, producirán sus frutos, si tú aprendes de ella a hablar bien, y ella de ti. 
CRISÓTEMIS: Hace mucho tiempo, ¡oh, mujeres!, estoy acostumbrada a tales palabras de ella, y no me acordaría siquiera, si no hubiera sabido que la amenaza un gran infortunio que hará callar sus continuos lamentos. 
ELECTRA: Habla, pues, di qué grande infortunio es ése, porque si tienes que enseñarme alguna cosa peor que mis males, no volveré a replicar. 
CRISÓTEMIS: Siendo así, te diré todo lo que sé de ello. Han resuelto, si no cesas en tus lamentaciones, enviarte a un lugar donde no volverás a ver el resplandor de Helios. Viva, en el fondo de un antro negro prorrumpirás en gemidos lejos de esta tierra. Por eso, medítalo, y no me acuses cuando esa desgracia haya llegado. Ahora es tiempo de tomar una prudente resolución. 
ELECTRA: ¿Eso es lo que han decidido hacer conmigo? 
CRISÓTEMIS: Ciertamente, en cuanto Egisto haya vuelto a la morada. 
ELECTRA: ¡Plegue a los Dioses que vuelva con gran prontitud para ello! 
CRISÓTEMIS: ¡Oh, desgraciada! ¿Por qué esa imprecación contra ti misma? 
ELECTRA: ¡Por que venga, si piensa hacer eso! 
CRISÓTEMIS: ¿Qué mal quieres sufrir? ¿Eres insensata? 
ELECTRA: Es con el fin de huir muy lejos de vosotros. 
CRISÓTEMIS: ¿No te cuidas de tu vida? 
ELECTRA: Ciertamente, mi vida es bella y admirable. 
CRISÓTEMIS: Bella sería, si fueses prudente. 
ELECTRA: No me enseñes a hacer traición a mis amigos. 
CRISÓTEMIS: No te enseño eso, sino a someterte a los más fuertes. 
ELECTRA: Halágales con tus palabras; lo que dices no está en tu carácter. 
CRISÓTEMIS: Sin embargo, es bueno no sucumbir por imprudencia. 
ELECTRA: Sucumbiremos, si es preciso, habiendo vengado a nuestro padre. 
CRISÓTEMIS: Nuestro padre mismo, lo sé, me perdona esto. 
ELECTRA: Sólo a los cobardes pertenece aprobar esas palabras. 
CRISÓTEMIS: ¿No cederás? ¿No serás persuadida por mí? 
ELECTRA: No, por cierto. No soy insensata hasta ese punto. 
CRISÓTEMIS: Iré, pues, allí donde debo ir. 
ELECTRA: ¿Adónde vas? ¿A quién llevas esas ofrendas sagradas? 
CRISÓTEMIS: Mi madre me envía a hacer libaciones a la tumba de mi padre. 
ELECTRA: ¿Qué dices? ¿Al más detestado de los mortales? 
CRISÓTEMIS: Que ella misma mató. Eso es lo que quieres decir. 
ELECTRA: ¿Qué amigo la ha aconsejado? ¿A qué se debe que le haya placido eso? 
CRISÓTEMIS: A un terror nocturno, según me ha parecido. Lugar subterráneo, idéntico al ocupado por Antígona en la tragedia de igual nombre, por castigo de Creonte, donde había de morir de inanición. ELECTRA: ¡Oh, Dioses paternos, venid! ¡Venid ahora! 
CRISÓTEMIS: ¿Te trae, pues, alguna confianza ese terror? 
ELECTRA: Si me refieres su sueño, te lo diré. 
CRISÓTEMIS: No podré decir de él sino poca cosa. 
ELECTRA: Di al menos eso. Unas pocas palabras han elevado o derribado con frecuencia a los hombres.
CRISÓTEMIS: Se dice que ha visto a tu padre y el mío, vuelto de nuevo a la luz; después, habiendo aparecido en la morada, apoderarse del cetro que llevaba en otro tiempo y que lleva ahora Egisto y hundirlo en tierra, y que entonces un elevado ramo germinó y salió de él, y que toda la tierra de Micenas fue cubierta por su sombra. He oído decir estas cosas a alguien que estaba presente cuando ella refería su sueño a Helios. No sé más, si no es que me ha enviado a causa del terror que le ha causado ese ensueño. Te suplico, pues, por los Dioses de la patria, que me escuches y no te pierdas por imprudencia; Porque si, ahora, me rechazas, me llamarás cuando seas víctima de la desdicha.
ELECTRA: ¡Oh, querida! No lleves nada a la tumba de lo que tienes en las manos, porque no te es lícito y no es piadoso llevar a nuestro padre esas ofrendas de una mujer odiosa y derramar esas libaciones. ¡Arrójalas a los vientos o escóndelas en la tierra profundamente excavada, a fin de que nada se acerque jamás a la tumba de nuestro padre: antes bien, hasta que ella muera, que ese tesoro le esté reservado bajo tierra! En efecto, si esa mujer no hubiera nacido la más audaz de todas, jamás habría destinado esas libaciones detestables a la tumba de aquel a quien mató ella misma. Pregúntale, en efecto, si el muerto encerrado en esa tumba ha de aceptar de buen grado esas ofrendas de aquella por quien fue indignamente degollado, que le cortó la extremidad de los miembros como a un enemigo y que enjugó sobre su cabeza las manchas del asesinato. ¿Crees que esa muerte puede ser expiada con libaciones? No, jamás, eso no es posible. Por eso, no hagas nada. Corta la extremidad de tus trenzas. ¡He aquí las mías, las de esta desgraciada! Es poca cosa, pero no tengo más que esto. Presenta estos cabellos no cuidados y mi cinturón sin ningún adorno. Dobla las rodillas, suplicante, para que venga a nosotras, propicio, de debajo de tierra, para que nos ayude contra nuestros enemigos, y que, vivo, su hijo Orestes les derribe con mano victoriosa y les pisotee, y para que adornemos después su tumba con más ricos dones y con nuestras propias manos. Creo, en efecto, que ha resuelto algún designio enviándole ese sueño espantoso. Así, pues, ¡oh, hermana!, haz lo que te mando, lo cual servirá para tu venganza y la mía, así como al más querido de los mortales, a nuestro padre, que está ahora bajo tierra. 
CORIFEO: Ha hablado piadosamente. Si eres prudente, ¡oh, querida!, la obedecerás. 
CRISÓTEMIS: Lo haré como lo ordena; porque, tratándose de una cosa justa, es preciso no querellarse, sino apresurarse a hacerla. Mientras voy a obrar, os suplico, por los Dioses, ¡oh, amigos!, guardad silencio, porque si mi madre sabe esto, creo que no sería sin un gran peligro como me habría atrevido a ello. 

 

  1. Contextualización
Electra es una de las siete piezas dramáticas completas que se conservan de Sófocles. Su tema gira en torno al ciclo troyano, es decir, la guerra de Troya y sus consecuencias. El primer elemento compositivo propio de la época clásica es el choque entre el hombre y el destino marcado por los dioses y revelado por los oráculos. Los esfuerzos de los humanos, simples muñecos, son inútiles ante la inapelabilidad de las divinidades, por otro lado, tan caprichosas e incoherentes como los propios hombres.
El poder de los sentimientos es enorme. En esta tragedia, el principal es el de la venganza. Clitemnestra mató a su marido Agamenón para vengar el sacrificio que éste hizo de su hija Ifigenia para favorecer la voluntad de los dioses. Electra y Orestes matan a Clitemnestra y Egisto para vengar la muerte de Agamenón. Es casi como un suma y sigue difícil de detener porque los hombres de ideas claras y sentimientos firmes no ceden ante la violencia o el temor. 
Estamos ante una tragedia griega, lo que implica: presencia de personajes nobles esforzándose por sus objetivos (muchas veces, generosos y altruistas), pero en abierto choque con el destino o voluntad de los dioses; acción dramática densa, grave y sangrienta, con un final mortal (la del hombre que más luchó por sus objetivos); estilo literario elevado, solemne y dialécticamente eficaz; y, finalmente, la concentración de la sustancia dramática en un lugar, un día y una acción determinada. Asimismo, significa que la catarsis es un efecto importante que la obra debe provocar en el espectador. Este, asombrado o sobrecogido ante el espectáculo sangriento que ve en escena, debe analizar, reflexionar y purificar sus sentimientos y pensamientos. En una palabra, debe salir del teatro humanamente más avisado y moralmente más completo e íntegro a como entró.
La maestría y habilidad teatrales de Sófocles es tal que enhebra la acción sin descanso, con una lógica y un ritmo siempre sostenidos y crecientes. El lector se ve atrapado en este torbellino de pasiones fuertes y ya no puede abandonarlo. El final es amargo y sangriento, con unas dosis de melancolía y tristeza bien evidentes. Para este final, ¿era necesario tanto enfrentamiento, lucha y sangre? Como siempre en la tragedia clásica, el autor hace una llamada a la reflexión, a la prudencia y a la necesidad de sopesar nuestras intenciones antes de actuar.
  1. Valoración
Electra es una intensa y bella pieza teatral de una perfección absoluta. El desarrollo sostenido, los diálogos sustanciosos y el tremendo choque entre el hombre y su destino atrapan al lector y lo mantienen en vilo hasta el final.
El lenguaje literario es bello y expresivo. El empleo acertado y comedido de los recursos retóricos redundan en unos diálogos jugosos, intensos y muy atractivos, a pesar de los milenios discurridos. Cambia el estilo, permanecen los sentimientos, por eso nos identificamos fácilmente con los personajes del drama.
Nada es postizo o artificioso. Todo resulta natural y necesario: las emociones de cada uno de los hijos de Clitemnestra son perfectamente entendibles, aunque no tanto compartibles. Los personajes actúan con la convicción moral que hacen lo que deben hacer, pues la razón está de su parte. Puede que sí, pero los designios divinos a veces son crueles y caprichosos. Bien se puede afirmar que la catarsis como reacción ante la contemplación de la tragedia la seguimos experimentando los lectores de hoy, señal inequívoca de que la obra no tiene nada de postizo, pues todo en ella es autenticidad y verdad, expresada con un gusto poético asombroso.
  1. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas actividades se pueden realizar dentro o fuera del aula; de modo individual o en grupo; en clase o en casa. El empleo de recursos adicionales como las TIC es aconsejable).
2.1.Comprensión lectora
1) ¿Por qué Electra desea vengarse de su madre y su amante?
¿2) Por qué Clitemnestra envía a Crisótemis a la tumba de Agamenón? ¿Qué significación tendrá en el desarrollo de la obra?
3) ¿Qué es lo primero que hace Orestes al llegar a Micenas? ¿Qué sentido tiene?
4) Explica la trampa que han preparado Orestes y el Pedagogo para entrar en el palacio.
5) El diálogo de Electra y su hermana Crisotemis es muy tenso. ¿A qué es debido? Explica los caracteres de ambas.
6) Cuando Electra habla con su madre, ¿de qué aspectos de la acción se entera el espectador sobre las razones de Clitemnestra de actuar como lo hizo?
7) ¿Los coros y el corifeo, de parte de quién se ponen, en general, a lo largo de la obra?
8) ¿Qué significación tiene la urna que el Pedagogo introduce en el palacio?
9) ¿Cómo reacciona Electra al comprender que el viajero es su hermano Orestes?
10) ¿Cómo acaban sus días Clitemnestra y su amante?
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Es feliz Electra con su vida en el palacio de Micenas? Aporta varias razones que lo demuestren
2) ¿Por qué Orestes acudió a Micenas como razón más inmediata?
3) Electra habla con su hermana Crisótemis y chocan en su visión de la vida. ¿Quién tiene razón? 
4) Analiza la situación de la mujer en el drama y contrasta su situación con la actual.
5) ¿Es importante en la pieza el papel de la religión y de la política? Argumenta y ejemplifica sobre ello.
6) El amor aparece de un modo no tan claro en la pieza: muestra cómo es y se desarrolla este
sentimiento.
7) Valora el sentimiento de la venganza en esta tragedia.
2.3. Comentario de texto específico
CLITEMNESTRA: Parece que vagabundeas de nuevo, y libremente. En efecto, no está aquí Egisto, él que suele retenerte, para que no vayas afuera a difamar a tus parientes. Ahora que ha salido, no me respetas. Y, ciertamente, has dicho con frecuencia y a muchos que yo estaba colérica, mandando contra todo derecho y justicia y llenándoos de ultrajes a ti ya los tuyos. Pero yo no tengo costumbre de ultrajar; si te hablo injuriosamente, es que tú me injurias con más frecuencia todavía. Tu padre, y no tienes otro pretexto de querella, fue muerto por mí, por mí misma, bien lo sé, y no hay ninguna razón para que lo niegue. Porque, no yo sola, sino la Justicia también le hirió; y convenía que tú vinieses en mi ayuda, si hubieras sido prudente, puesto que tu padre, por el que no cesas de gemir, el único de los helenos, se atrevió a sacrificar a tu hermana a los Dioses, bien que no hubo sufrido tanto para engendrarla como yo para parirla. Pero, ¡sea!, dime por qué la degolló. ¿Fue en favor de los argivos? Pues no tenían ningún derecho a matar a mi hija. Si, como creo, la mató por su hermano Menelao, ¿no debía por ello ser castigado por mí? ¿No tenía ese mismo Menelao dos hijos que era más justo hacer morir, nacidos como eran de un padre y de una madre por quienes aquella expedición se emprendía? ¿Deseaba el Hades devorar a mis hijos más bien que a los suyos? ¿Se había extinguido el amor de aquel execrable padre hacia los hijos que yo había concebido, y sentía uno más grande hacia los de Menelao? ¿No son propias estas cosas de un padre malvado e insensato? Yo pienso así, aunque tú piensas lo contrario, y mi hija muerta diría como yo, si pudiese hablar. Por eso no me arrepiento de lo que hice; y tú, si te parece que obré mal, censura también a los otros como es justo. 
ELECTRA: Ahora no dirás que me interpretas así, habiendo sido provocada por mis palabras amargas. Pero, si me lo permites, te responderé, como conviene, por mi padre muerto y por mi hermana. El hacha de doble filo, propia de los sacrificios igual que del trabajo normal. Porque los pecados de Pélope son el origen de todos los males. Pélope consiguió la mano de Hipodamia, hija de Enomao, comprando la confianza del cochero de Enomao, Mírtilo. Pero luego Mírtilo pretendió abusar de Hipodamia y por ello fue arrojado por Pélope al mar, y en su caída lanzó maldiciones contra Pélope y sus descendientes que dieron buen fruto. 
CLITEMNESTRA: ¡Anda! Lo permito. Si siempre me hubieses dirigido palabras tales, jamás hubiera sido ofendida por mis respuestas. 
ELECTRA: Te hablo, pues. Dices que mataste a mi padre. ¿Qué se puede decir más afrentoso, tuviera él razón o sinrazón? Pero te diré que le mataste sin derecho alguno. El hombre inicuo con quien vives te persuadió e impulsó. Interroga a la cazadora Artemis, y sabe lo que castigaba cuando retenía todos los vientos en Aulis; o más bien yo te lo diré, porque no es posible saberlo por ella. Mi padre, en otro tiempo, como he sabido, habiéndose complacido en perseguir, en un bosque sagrado de la Diosa, un hermoso ciervo manchado y de alta cornamenta, dejó escapar, después de haberlo muerto, no sé qué palabra orgullosa. Entonces, la virgen Latoida, irritada, retuvo a los aqueos hasta que mi padre hubo degollado a su propia hija por causa de aquella bestia fiera que había matado. Así es como fue degollada, porque el ejército no podía, por ningún otro medio, partir para llión o volver a sus moradas. Por eso mi padre, constreñido por la fuerza y después de haberse resistido a ello, la sacrificó con dolor, pero no en favor de Menelao. Pero aunque yo dijese como tú que hizo aquello en interés de su hermano, ¿era preciso, pues, que fuese muerto por ti? ¿En nombre de qué ley? Piensa a qué dolor ya qué arrepentimiento te entregarías si hicieses semejante ley estable entre los hombres. En efecto, si matamos a uno por haber matado a otro, debes morir tú misma para sufrir la pena merecida. Pero reconoce que alegas un falso pretexto. Dime, en efecto, si puedes, por qué cometes la acción tan vergonzosa de vivir con ese hombre abominable con ayuda del cual mataste tiempo ha a mi padre, y por qué has concebido hijos de él, y por qué rechazas a los hijos legítimos nacidos de legítimas nupcias. ¿Cómo puedo yo aprobar tales cosas? ¿Dirás que vengas así la muerte de tu hija? Si lo dijeras, ciertamente, ello sería vergonzoso. No es honesto que una mujer se despose con sus enemigos por causa de su hija. Pero no me es lícito afirmarlo sin que me acuses por todas partes con gritos de que ultrajo a mi madre. Ahora bien; veo que procedes respecto a nosotros menos como madre que como dueña, yo que llevo una vida miserable en medio de los males continuos con que nos abrumáis tú y tu amante. Pero ese otro, que se ha escapado a duras penas de tus manos, el mísero, Orestes, arrastra una vida desgraciada, él a quien me has acusado con frecuencia de criar para ser tu matador. Y, si pudiese, lo haría, ciertamente, sábelo con seguridad. En lo sucesivo, declara a todos que soy malvada, injuriosa, o, si lo prefieres, llena de impudencia. Si soy culpable de todos esos vicios, no he degenerado de ti y no te causo deshonor. 

 

a) Actividades de comprensión lectora
1) Resume el contenido. Trata de ubicarlo en el conjunto de la obra.
2) Analiza los personajes que intervienen. Explica el contraste entre las ideas y los sentimientos de ambos.
3) Destaca media docena de recursos estilísticos que crean belleza literaria.
4) ¿Por qué Clitemnestra llama a su marido “malvado e insensato”?
5) ¿Respecto de Orestes, de qué acusa la madre a la hija?
b) Actividades de interpretación
1) Analiza la importancia del amor filial y paternal en ambas mujeres. ¿Cómo afrontan su destrucción? ¿Se parecen en carácter madre e hija, como insinúa Electra al final de su última intervención?
2) La divinidad Latoida, ¿qué ejemplifica en este texto?
3) ¿Podemos considerar a Egisto “hombre abominable”, como afirma Electra de él? Razona la respuesta.
2.4. Fomento de la creatividad
1) La realización de una lectura dramatizada (con el texto de las intervenciones de cada personaje al lado) es una actividad placentera y de gran potencial didáctico. Se puede realizar con una sección de la obra.
2) Transformar el texto dramático en otro narrativo, manteniendo su esencia.
3) Imagina una situación de deseo de venganza de unas personas y cómo influye su ánimo en encontrar la mejor solución o adaptación a las circunstancias. Escribe un texto literario sobre ello.
4) Se puede pasar a ilustración el contenido de todo o parte de la obra o de un fragmento significativo; lógicamente, habrá que modificar muchos aspectos.
5) Ejercicio de écfrasis: tómese el cuadro “Electra ante la tumba de Agamenón”, de Frederic Leighton (1869) y descríbase en detalle su contenido; se puede interpretar también la personalidad de los representados.

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